Por motivos de estudio vivo en Chile desde hace varios meses y no me queda la menor duda de la gran capacidad que tiene este país para enfrentar tragedias tanto naturales como causadas por obra humana. Tampoco dudo de la solidaridad del pueblo chileno cuando se trata de apoyar una noble causa indistintamente si es local o si está más allá de su larga frontera. El más reciente episodio de atención nacional culminó hoy con el rescate de los 33 mineros atrapados en la mina San José y reconozco la notable gestión del gobierno de turno para que el rescate de los mineros haya sido exitoso. Asimismo, al igual que millones de chilenos y ciudadanos de todo el mundo me regocijo por el feliz desenlace de este episodio.
Sin embargo, no puedo ocultar mi repudio por el circo mediático generado por la prensa y el gobierno que convirtieron esta difícil situación en una verdadera tragicomedia al más puro estilo de Shakespeare. Realmente obras clásicas del género como Hamlet o La Celestina le quedan cortas a esta pieza de mal arte producida por el gobierno y la prensa de Chile y protagonizada por 33 mineros que no escogieron participar, simplemente les fue impuesto su papel de actores estelares.
Seguramente la popularidad del mandatario se disparó positivamente hasta alcanzar cifras impensables hace un par de meses y la audiencia de las televisoras nacionales se elevó a niveles históricos (incluso captando más espectadores que el mundial de Sudáfrica). Día a día los medios de prensa se encargaron de desnudar detalles íntimos de los 33 mineros, desde sus gustos y preferencias hasta conflictos amorosos. Por lo tanto, no es raro suponer que hoy en día el chileno promedio está más informado de la vida de cada uno de los mineros que de la vida de grandes glorias nacionales como Neruda, Mistral, Huidobro, O’Higgins, Pratt o Lautaro. Y es que el desagradable ‘reality show’ creado con los mineros era consumido de forma masiva por un amplio sector de la sociedad altamente manipulable por los medios, que carece de criterio, de ideas propias y que tiene una visión muy limitada de la realidad.
Seguramente la popularidad del mandatario se disparó positivamente hasta alcanzar cifras impensables hace un par de meses y la audiencia de las televisoras nacionales se elevó a niveles históricos (incluso captando más espectadores que el mundial de Sudáfrica). Día a día los medios de prensa se encargaron de desnudar detalles íntimos de los 33 mineros, desde sus gustos y preferencias hasta conflictos amorosos. Por lo tanto, no es raro suponer que hoy en día el chileno promedio está más informado de la vida de cada uno de los mineros que de la vida de grandes glorias nacionales como Neruda, Mistral, Huidobro, O’Higgins, Pratt o Lautaro. Y es que el desagradable ‘reality show’ creado con los mineros era consumido de forma masiva por un amplio sector de la sociedad altamente manipulable por los medios, que carece de criterio, de ideas propias y que tiene una visión muy limitada de la realidad.
Asimismo, el gobierno encabezado por el presidente aprovechaba la situación para vender su imagen paternal y bondadosa al pueblo chileno. Fotografías con las esposas de los mineros, con los hijos, los padres, los acreedores, los perros. Discursos cargados de emotividad y estructurados para calar en la parte más sublime de nuestra mente. Conferencias de prensa por cada metro que avanzaba la maquinaria de rescate. Propaganda fácil, propaganda barata, propaganda sucia.
El día de hoy millones de personas se concentraron en plazas, restaurantes, centros de estudio, trabajo o en sus hogares para presenciar el rescate de los mineros. Cada vez que salía un nuevo minero a la superficie, no dudaban en gritar o escribir en sus cuentas de Facebook o Twitter “faltan cinco”, “faltan tres”, “falta uno”, incluso lloraban sin entender la razón, simplemente entregándose al bombardeo psicológico de la caja televisiva. Ahora ya no falta ningún minero, ahora lo que falta es sentido común, falta criterio propio, falta cuestionamiento, falta convertirnos en individuos más libres y menos manipulables, falta cultura.
Señor presidente: El pueblo no necesita circo ni espectáculo, el pueblo necesita pan y trabajo. Señores de Prensa: El pueblo no necesita tragicomedias mediáticas, el pueblo necesita cultura, educación, conocimiento. Señores y señoras: Dejemos de consumir basura, dejemos de entregar nuestra sensatez a los medios y a los políticos, empecemos a pensar, a actuar, a vivir nuestras vidas y hacerlas más rentables y agradables… no cuesta mucho.
¡Bien por los mineros chilenos!
El día de hoy millones de personas se concentraron en plazas, restaurantes, centros de estudio, trabajo o en sus hogares para presenciar el rescate de los mineros. Cada vez que salía un nuevo minero a la superficie, no dudaban en gritar o escribir en sus cuentas de Facebook o Twitter “faltan cinco”, “faltan tres”, “falta uno”, incluso lloraban sin entender la razón, simplemente entregándose al bombardeo psicológico de la caja televisiva. Ahora ya no falta ningún minero, ahora lo que falta es sentido común, falta criterio propio, falta cuestionamiento, falta convertirnos en individuos más libres y menos manipulables, falta cultura.
Señor presidente: El pueblo no necesita circo ni espectáculo, el pueblo necesita pan y trabajo. Señores de Prensa: El pueblo no necesita tragicomedias mediáticas, el pueblo necesita cultura, educación, conocimiento. Señores y señoras: Dejemos de consumir basura, dejemos de entregar nuestra sensatez a los medios y a los políticos, empecemos a pensar, a actuar, a vivir nuestras vidas y hacerlas más rentables y agradables… no cuesta mucho.
¡Bien por los mineros chilenos!