lunes, 3 de diciembre de 2012

Histerismo colectivo en Colombia

Han pasado 15 días desde el fallo de la Corte Internacional de Justicia (CIJ) que concedió a Nicaragua soberanía sobre una importante plataforma marítima en el caribe (entre 70,000 y 90,000 km2) y la posición colombiana ante el fallo sigue dejando mucho que desear. La reacción inmediata y nada acertada de Colombia fue desconocer el fallo calificándolo de despojo y atribuyendo toda clase de errores a la CIJ. Posteriormente enviaron cartas desesperadas exponiendo su postura a la ONU, OEA y quien sabe cuantas otras organizaciones. Luego denunciaron el Pacto de Bogotá suscrito en 1948 desvinculándose de esta manera de la CIJ, lo cual no los exime del cumplimiento de la sentencia.  

El pasado primero de Diciembre durante la toma de posesión de Enrique Peña Nieto como presidente de México, los mandatarios de Nicaragua y Colombia se reunieron 20 minutos para establecer mecanismos de dialogo que garanticen entre otras cosas las faenas de los pescadores de la isla San Andrés. Sin embargo el presidente Santos sigue empeñado en hacer uso de todos los recursos disponibles de diplomacia internacional para restablecer los derechos que a su juicio le fueron quebrantados a su país.     

Las reacciones en ambos países después del fallo han sido opuestas totalmente. Por una parte Nicaragua celebra la nueva frontera marítima y por otro lado en Colombia hay una sensación de histeria colectiva. El presidente Ortega en una extraña faceta de madurez política ha manejado de forma cautelosa y conciliadora la situación llamando al dialogo bilateral y al trabajo conjunto para “superar cualquier obstáculo”. Asimismo, según diarios nicaragüenses el territorio ganado forma parte de la Reserva de la Biosfera Seaflower, además es rico en productos marinos que beneficiarían la pesca y hay indicios de un yacimiento de petróleo.

En Colombia, el congreso, los partidos políticos y la población en general están ejerciendo una presión intensa sobre el gobierno porque sienten que el fallo los ha perjudicado y la comparan con la separación de Panamá hace mas de 100 años. La situación es crítica principalmente en San Andrés donde se han levantado voces solicitando autonomía al gobierno colombiano. San Andrés y otras islas han quedado rodeados de aguas nicaragüenses de acuerdo a las nuevas delimitaciones, lo cual ha causado profunda molestia entre sus habitantes quienes han retomado las iniciativas independentistas.

El histerismo colombiano ha llevado al presidente Santos a decir cosas y tomar decisiones duramente criticadas por la comunidad internacional. Las sentencias de la CIJ son de ineludible cumplimiento para los países miembros y la reacción del presidente Santos ha dejado muy mal parado a su país. Si tomamos en cuenta que Colombia recientemente pasó a ser la tercera economía más grande de Latinoamérica solo superada por Brasil y México, debería asumir su rol de país líder en la región y poner ejemplos para el resto de países del subcontinente.

De la misma forma, se torna un tanto ilógico que un país con una democracia saludable como Colombia  se resista a cumplir una sentencia impuesta por un organismo internacional e imparcial. En la acera contraria el gobierno nicaragüense es fuertemente cuestionado por su sistema autoritario, por las intensiones del presidente Ortega de perpetuarse en el poder y por contar con un órgano judicial viciado y parcializado. Sin embargo, es Nicaragua quién esta poniendo el ejemplo a Colombia en esta situación. 

Todo apunta a que tarde o temprano el histerismo colombiano cesará y tendrán que acatar el fallo, no hay más camino que ese. Lo contrario equivale a acciones bélicas las cuales ambos mandatarios han descartado tajantemente. Colombia tendrá que recapacitar sobre su posición y resignarse ante el territorio marítimo perdido. En cambio, Nicaragua debe dejar los festejos y planificar las acciones a seguir en las nuevas aguas.   

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