Ayer te soñé – susurró el poeta,
acercando su mano al rostro de la musa.
– Estabas cubierta de pétalos de miel
y cenizas de jazmín.
No puede ser – replicó la musa.
–Eras tú, caminabas descalza sobre la arena,
con los pechos desnudos al viento.
– No era yo, te confundes.
– Yo te vi. Vestías la misma piel.
– Ya te dije que no es posible – contestó la musa
lanzando una mirada desafiante al poeta.
¿Por qué lo dices?
– Porque yo soy real, y tú eres solo un sueño.
domingo, 16 de febrero de 2014
viernes, 7 de febrero de 2014
Retrato hablado de una noche
Aun te recuerdo esa noche.
Vestida de cabellos radiantes y sonrisa perfecta.
Inquieta de manos. Invadida de ausencia.
De mirada compleja. De silueta muy recta.
De textura frágil y espalda olorosa.
Tus respuestas breves, tus preguntas largas.
Aferrada a los miedos de tu pasado,
y a los errores de tu futuro.
Decorada con medallas de decencia.
Con la confianza fracturada
y los besos suturados.
Dispuesta a tocar el fuego con las manos,
a respirar el aire de mi pecho.
Dispuesta a cohabitar las paredes
invertebradas de mis brazos.
Divagando en los laberintos de
tus emociones encontradas y
tus deseos reprimidos.
Apresurando mis ganas con los
pliegues de tu cuerpo.
Y de pronto, tu naturaleza inaudita,
censurando tus intenciones
(y las mías) con sutil determinación.
Tan real, que dejaste de existir
en ese mismo instante.
Vestida de cabellos radiantes y sonrisa perfecta.
Inquieta de manos. Invadida de ausencia.
De mirada compleja. De silueta muy recta.
De textura frágil y espalda olorosa.
Tus respuestas breves, tus preguntas largas.
Aferrada a los miedos de tu pasado,
y a los errores de tu futuro.
Decorada con medallas de decencia.
Con la confianza fracturada
y los besos suturados.
Dispuesta a tocar el fuego con las manos,
a respirar el aire de mi pecho.
Dispuesta a cohabitar las paredes
invertebradas de mis brazos.
Divagando en los laberintos de
tus emociones encontradas y
tus deseos reprimidos.
Apresurando mis ganas con los
pliegues de tu cuerpo.
Y de pronto, tu naturaleza inaudita,
censurando tus intenciones
(y las mías) con sutil determinación.
Tan real, que dejaste de existir
en ese mismo instante.
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