acercando su mano al rostro de la musa.
– Estabas cubierta de pétalos de miel
y cenizas de jazmín.
No puede ser – replicó la musa.
–Eras tú, caminabas descalza sobre la arena,
con los pechos desnudos al viento.
– No era yo, te confundes.
– Yo te vi. Vestías la misma piel.
– Ya te dije que no es posible – contestó la musa
lanzando una mirada desafiante al poeta.
¿Por qué lo dices?
– Porque yo soy real, y tú eres solo un sueño.
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