martes, 31 de julio de 2012

Paranoia en una sala de cine de Managua

Probablemente exageré con el título de este post… Sí, creo que en realidad lo hice. Sin embargo, no quería dejar de compartir el momento de paranoia que viví hace un par de días cuando fui a ver la tercera parte de la trilogía de Batman. Mientras esperaba en la fila para entrar a la sala de cine me percaté de un tipo sentado frente a mí en una banca del pasillo. Era un tipo menor de 30 años a simple vista, de rasgos asiáticos marcados y no menos de 200 libras. Usaba zapatos deportivos negros y roídos, short largo colorido y camiseta holgada de un equipo de futbol americano. Llevaba el pelo engomado, teñido y alborotado, frente amplia, lentes gruesos y mirada perdida. Sostenía en su mano derecha una mochila pequeña de aspecto curioso mientras los dedos de su mano izquierda se movían inquietos sobre sus rodillas. 

De repente mi mente paranoica asoció al tipo con el sospechoso del tiroteo en una sala de cine en Colorado durante el estreno de la misma película. Aunque la probabilidad de un tiroteo en una sala de cine –o en cualquier otro lugar- de Managua es remota, la paranoia me envolvió de pies a cabeza por unos minutos. Traté insistentemente descifrar que podría haber dentro de la mochila del joven asiático de mirada perdida y dedos inquietos. ¿Por qué llevaría una mochila al cine? Era Domingo así que no podía ser estudiante, tampoco tenía aspecto de deportista y con esa facha tampoco podía estar trabajando. Mi diablito imaginario insistía en mi oreja que el demente de Colorado entró con una mochila similar al cine cargando bombas lacrimógenas y un rifle de asalto que usó durante el tiroteo. 

Finalmente abrieron las puertas de la sala de al lado y el gordito asiático entró a ver otra película. Mi rostro recobró el color y mi paranoia se esfumo de a poco. Una vez dentro de la sala me senté cerca de la puerta y ubiqué la ruta de salida en caso de emergencia. Inició la cinta después de los molestos anuncios de los patrocinadores y mi mente me dio tregua para disfrutar la tan esperada película del año. Aunque confieso que cada vez que aparecía ‘Bane’ matando a 25 policías por segundo yo miraba de reojo la salida. Después de casi 3 horas y medio litro de gaseosa salí del cine satisfecho por la trama y las escenas… y aliviado por el saldo blanco. Suficiente paranoia por un día.



jueves, 26 de julio de 2012

El Arca sin Noé

Noé tenía la misión de construir un arca para llevar en ella a su familia y una pareja de cada especie animal. Después de varias semanas logró capturar con la ayuda de sus hijos a todos los animales de la lista y meterlos dentro del arca, a excepción de uno: El correcaminos. Intentó todo para atraparlo pero el animalito era muy veloz e inteligente. Faltaba poco para que lloviera y Noé empezó a desesperarse. Decidió pedir ayuda a los otros animales dentro del arca para atraparlo y por decisión unánime designaron al coyote como el indicado para la tarea. Noé asesorado por el coyote construyó una trampa infalible y ambos se trasladaron hasta un lejano barranco frecuentado por el correcaminos para instalar la trampa. Empezó a llover torrencialmente mientras se encontraban en el barranco. Corrieron a toda prisa en dirección al arca pero solo el correcaminos llego a tiempo.

viernes, 13 de julio de 2012

Niños Sandinistas

Edicion para primer grado 'Los Carlitos' 1988
El pasado 7 de Julio, día en que se celebró un aniversario más del famoso ‘Repligue’, vi a 2 niños a orillas de la carretera cargando una bandera plástica del FSLN amarrada a una rama seca y delgada. Ninguno de los 2 pasaba de los 10 años y ambos lucían sonrientes y saludables. Quiero aclarar que no pertenezco -ni quiero pertenecer- al partido sandinista ni a ningún otro. Sin embargo, al ver a estas criaturas recordé mi niñez sandinista. Sí… eso mismo, yo fui niño sandinista como Toño, Delia y Rodolfo los niños que aparecen en la edición para primer grado del libro de lectura ‘Los Carlitos’. 

Tenía unos 6 años y la capacidad de análisis poco desarrollada. No argumentaba, no cuestionaba, no entendía de revolución, de sandinismo, de dictadura, de política. Al igual que muchos niños de la época yo también era manipulado por adultos –familiares, vecinos, maestros, gobierno- para ser un niño sandinista aunque no tenía conciencia de eso. En lo particular cumplía íntegramente los requisitos establecidos en ‘Los Carlitos’: 
  
  1. Usaba un pañuelo rojinegro que una tía me amarraba al cuello para salir a jugar con los vecinos. No entendía –sigo sin entenderlo- el propósito del pañuelo pero lo lucía orgulloso como si fuese una prenda de renombrada marca. 
  2. Participaba en cuanta actividad política me llevaran, lo cual no era nada complicado a mi edad porque iba con mi primo y amigos del barrio y simplemente nos divertíamos sin tener una idea clara del contenido de las actividades. 
  3. Era un niño muy estudioso. En la escuela nos metían el cuento que los niños éramos los mimados de la revolución y que teníamos que estudiar mucho para servirle al proyecto revolucionario, lo cual al parecer me lo tomaba muy en serio. 
Además de cumplir con estos requisitos básicos mi entorno estaba fuertemente marcado por la situación sociopolítica de la época. 

En mi casa leía ‘Los Cachorritos’ –el suplemento infantil de ‘Barricada’- y miraba ‘El Chocoyito Chimbaron’ en el canal estatal. Escuchaba los cuentos de ‘Tío Coyote y Tío Conejo’ y jugaba a la guerra con un pelotón de soldaditos de plástico que me habían regalado en un cumpleaños. 

En la escuela cantaba el himno sandinista, sumaba con granadas, restaba con fusiles, comía ‘masa de cazuela’ en las actividades extracurriculares y cargaba mi pupitre de mi casa a la escuela todos los días –siete cuadras- para evitar que los estudiantes del turno de la tarde lo quebraran o se lo robaran. 

No reprocho mis años de niñez sandinista, realmente fueron pocos y me divertí. Comprendo que había un éxtasis colectivo en la gente que tenía la esperanza que el gobierno ‘revolucionario’ mejoraría la situación del país y en base a esto los mayores inculcaban el amor a la camiseta rojinegra a los más chicos. Era como un legado familiar, un orgullo ver a los pequeños de la familia recitando consignas. También era una obligación académica de los maestros resaltar e inculcar los principios revolucionarios –adaptados a su forma de entenderlos-.

Sin embargo, estoy totalmente convencido que no es correcto moldear intencionalmente las preferencias de los niños a conveniencia de los adultos. Ningún tipo de fanatismo e ideología deben ser impuestos a los niños, ninguno es justificable. Los niños deben ser educados para decidir por sí mismos, para aprender a elegir entre diferentes opciones, para ser autónomos e independientes. No se les debe imponer un pañuelo, un color, una cruz, una consigna, una idea.

Ojala que esos 2 niños que vi en la carretera tengan la oportunidad en el futuro de tomar sus propias decisiones sin dejarse llevar por fanatismos ajenos. Ojala sus padres y maestros no los manipulen a su beneficio. Ojala sean capaces de analizar, de argumentar, de cuestionar y elegir lo que crean conveniente. Ojala sigan luciendo sonrientes y saludables, disfrutando su niñez y preparándose para su futuro.    


martes, 10 de julio de 2012

Peregrinación al 'Centenario', la Meca del Futbol


Camisetas usadas por Pelé y Vavá en Suecia 1958
Agosto 2010, 8:00 AM, Terminal Tres Cruces, Montevideo. Bajo del ómnibus procedente de Punta del Este con mi fiel acompañante –mi mochila negra que resguarda mis pertenencias personales-. Los 5 grados centígrados del momento me obligan a entrar rápidamente a la terminal. Busco algo de comer, consigo un mapa de la ciudad en una oficina de turismo y una edecán rubia vestida con los colores del Peñarol –el equipo de futbol más antiguo del continente y el más popular de Uruguay- me regala un brochure con información del equipo y me ofrece un tour para verlo jugar el siguiente Domingo en el Centenario. 

El estadio Centenario fue construido especialmente para la primer Copa Mundial de Fútbol en 1930. Una verdadera Meca declarado por la FIFA como Monumento Histórico del Futbol Mundial, siendo la única construcción de esta índole en todo el mundo. Más allá de recorrer los colores y sabores de la ciudad mi meta es visitar el Centenario, recorrer su museo y ver con mis propios ojos el escenario donde se jugó esa primer final de una Copa Mundial hace 80 años ganando Uruguay 4-2 a Argentina.

Después de encontrar hospedaje y dejar mi mochila en la cama salgo a recorrer la ciudad. Montevideo está pintado de celeste igual que el cielo, días atrás Uruguay había conseguido el cuarto lugar en la Copa Mundial de Sudáfrica y Diego Forlan había sido elegido el mejor jugador de la Copa. Y precisamente  ‘Cachavacha’  -como llaman a Forlan en Sudamerica- está en todas partes… periódicos, revistas, vallas publicitarias, paredes, camisetas, carros, etc. También hay muchos Luganos y Suarez en las calles, pero sobretodo mucha alegría en la gente, no hay otro tema de conversación que no sea la actuación de ‘La Celeste’ en el mundial. El país está de fiesta.     

Balon de la final de la primera Copa Mundial Uruguay 1930
Termino el día con los pies cansados acompañado de un par de ‘Patricias’ –cerveza local- en un bar de Ciudad Vieja. La mañana siguiente despierto temprano y después de varias vueltas en bus llego al estadio. Luce impotente pero no oculta las heridas del tiempo. Entro al museo y me recibe un señor de unos 75 años quien se encarga de darme la inducción al museo y al estadio. El señor es una enciclopedia de futbol, es toda una experiencia escucharlo, se emociona al hablar y hace especial énfasis en la calidad del futbol de su país a pesar de solo contar con 3 millones de habitantes.

En el museo están las 2 Copas Mundiales y varios trofeos de Copa America ganados por Uruguay entre muchas otras cosas. También sobresalen la camiseta verdeamarela usada por Pelé en el Mundial Suecia 1958 y el balón de cuero cocido a mano con que se disputó la primer final de una Copa Mundial. Desde las gradas me imagino el estadio en esa gran final de 1930, los uniformes, el balón, el público, los goles, la pasión. ¡Cuánta historia futbolística en un solo lugar! Adentro en sus entrañas me transportó en el tiempo. Afuera la ciudad continua teñida de celeste desde las calles hasta el cielo. No hay duda que Uruguay es sinónimo de futbol. No hay duda que cumplí mi objetivo.  

Vista panoramica del Estadio Centenario


jueves, 5 de julio de 2012

El percance de Moisés

Debido a su experiencia guiando multitudes en desiertos y la baja demanda de sus servicios en Medio Oriente, Moisés decidió irse a trabajar al estado de Sonora, México. Había escuchado que los migrantes Centroamericanos pagaban bien para cruzar la frontera en busca del sueño americano. Se puso en contacto con varios ‘polleros’ expertos y aprendió las rutas rápidamente. Su primer trabajo fue cruzar a un grupo de 40 migrantes hasta la ciudad de Phoenix. A pocos kilómetros de llegar al punto acordado, fueron capturados por la patrulla fronteriza. Moisés se declaró culpable de tráfico de personas y fue deportado a la tierra prometida.