De repente mi mente paranoica asoció al tipo con el sospechoso del tiroteo en una sala de cine en Colorado durante el estreno de la misma película. Aunque la probabilidad de un tiroteo en una sala de cine –o en cualquier otro lugar- de Managua es remota, la paranoia me envolvió de pies a cabeza por unos minutos. Traté insistentemente descifrar que podría haber dentro de la mochila del joven asiático de mirada perdida y dedos inquietos. ¿Por qué llevaría una mochila al cine? Era Domingo así que no podía ser estudiante, tampoco tenía aspecto de deportista y con esa facha tampoco podía estar trabajando. Mi diablito imaginario insistía en mi oreja que el demente de Colorado entró con una mochila similar al cine cargando bombas lacrimógenas y un rifle de asalto que usó durante el tiroteo.
Finalmente abrieron las puertas de la sala de al lado y el gordito asiático entró a ver otra película. Mi rostro recobró el color y mi paranoia se esfumo de a poco. Una vez dentro de la sala me senté cerca de la puerta y ubiqué la ruta de salida en caso de emergencia. Inició la cinta después de los molestos anuncios de los patrocinadores y mi mente me dio tregua para disfrutar la tan esperada película del año. Aunque confieso que cada vez que aparecía ‘Bane’ matando a 25 policías por segundo yo miraba de reojo la salida. Después de casi 3 horas y medio litro de gaseosa salí del cine satisfecho por la trama y las escenas… y aliviado por el saldo blanco. Suficiente paranoia por un día.
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